26.1.16

Me enamoré del hecho de estar sonriendo todo el tiempo, de sonreír a pesar del miedo.
Me enamoré de la comida, de la pasión y de la música, de lo feliz que me hace comer bordes de azúcar caramelizados con membrillo- me enamoré de que pensaras en quemar los bordes para mí-.
Me enamoré de las manos de gigante, de la voz de oso, de las carcajadas escandalosas y de los ojos de túnel infinito.
Me enamoré del trago en el medio de "examen neurológico del neonato".
Me enamoré de la-tu- forma de argumentar, de las palabras, del torrente galáctico de magia cognoscitiva.
Me enamoré de que me prepares café, de que sea todo siempre armónico y relajado.
Me enamoré de elegir- te-.
Me enamoré de tu poliglotismo, de tu biblioteca, de tu curiosidad.
De tu aire acondicionado, del frasco de café, de tu preocupación honesta por mi alimentación.
De tu música, de tus formas.
Me enamoré de la sensación que hace que pueda estudiar habiendo dormido 3 horas y nada más, la sensación que me saca la culpa, me tranquiliza y me pinta de taquicardia. Me enamoré de tener ganas de abrazarte, de compartir un ambiente con vos. Me enamoré de tener que poner cara de que no me estoy desarmando, cara de que estoy tranquila y no tengo taquicardia cuando me abrazás un poquito.
Me enamoré de estar enamorada porque puedo y porque quiero.