7.1.14

Cuando pienso que no voy a volver a escribir, de pronto no lo puedo evitar, vengo y escribo. Aunque hayan pasado meses. Algo tiene esto. En parte debe ser porque miro entradas viejas y me generan un montón de cosas y pienso que quiero seguir escribiendo porque esto de autogenerarme sensaciones me gusta.
El té y la música de fondo también se me pegotearon, volvió el ritual enterito.
No sé igual para qué. Siempre que me enfermo y me desenfermo me dan ganas de escribir. El año pasado más o menos por esta altura de enero me intoxiqué y vomité y no comí nada por dos días enteros, bajé de peso y me saqué de encima pesos pesados, figurada y literalmente. Este año tuve gastritis durante mis últimos finales del ciclo biomédico, es decir mis últimos finales teóricos, abstractos, inaplicables. Es decir que entré gloriosamente al hospital. Es decir, lógicamente iba a tener gastritis. Ahora tuve algo parecido, a pesar de estar en un contexto de paja, ventiladores, melón, maratones de series y películas y planes londinenses. Capaz esta es la manera de mi cuerpo (chabón, sos un retorcido) de desintoxicarse de lo que sea que tenía que irse del año anterior. Y como siempre, perder un par de kilitos nunca viene mal.
Anyway, tengo todo un salpicón de hechos, sin ningún tipo de interconexión, o capaz sí (seguramente sí), pero yo no la estaría captando. Tengo un novio que me inspira a escribir relatos eróticos y cuentos de hadas que quedan guardados en un cuaderno o en documentos secretos de word. Descubrí que amo cocinar y que cocino genial. Perdí a mi mejor amiga, a la que pensé que se quedaba hasta las arrugas, el bastón y los bisnietos. Aprendí que no es imposible cambiarse de traje entre una coreografía y otra con dos minutos en el medio (y que es mejor bailar bailando que bailar marcando) y tuve la mejor muestra del mundo. Reconfirmé, a los golpes, que una buena forma de saber qué soy es descartando (a los golpes, dije) lo que no.
Y me voy a Londres. Esta vez es de verdad, y tengo pasajes y reservas que lo demuestran. También me voy a Edimburgo. Sola. Conmigo misma.
Y soy ayudante. No de lo que suponía a principio de año, pero ayudante. Eso significa que voy a dar clases. Eso significa que estoy en condiciones de explicar cosas a gente que no cursó lo que yo cursé. Eso significa agenda repleta hasta el tope, llena de las cosas más lindas. Cursar en el hospital todos los días, estudiar todos los días, dar clases, jazz, novio. Y no puedo dejar de mirar lo que escribía por el 2011, recién entrada a la facultad, cuando ni siquiera me sentía con medio pie adentro, cuando tenía el corazón hecho pelota, cuando estaba gorda, cuando estudiar implicaba saber huesos, músculos y anastomosis, cuando hacía jazz una vez por semana y bailaba seria con la mirada al piso, cuando la gente que estaba en la UDH me parecía re adulta y genia. Y es como si en estos años me hubiera encargado de tachar cada uno de esos ítems y darlos vuelta. Me apropié de la facultad, con ayuda del mejor terapeuta del mundo, el corazón me explota de amor (goma!) cada día y aprendí cosas de mi cuerpo que desconocía, estoy flaca (realmente), estudiar implica entender millones de por qués por segundo, lo cual lleva, generalmente, a orgasmos intelectuales (y da el buen humor y la onda que llevan a los orgasmos del otro tipo), hago jazz dos veces por semana con un grupo divino y bailo sonriéndome, equivocándome feliz y mirando al techo, a los costados o al puntito ese del espejo, voy al gimnasio y la gente que está en la UDH me sigue pareciendo adulta y genia, son el plus de que ahora yo estoy en la UDH. En el mundo real. De pronto todo es mundo real, como si en algún momento en el transcurso de estos últimos años me hubiera despertado. Londres, UDH, amigos de los buenos sin el concepto crismorenesco de mejor amiga, sexo, amor, mucho amor, baile, mucho baile, cocina, comida, lluvia de preguntas, miedos nuevos que desplazan a los viejos y son mil veces más interesantes.
Y este texto súper kilométrico es consecuencia de no haber escrito por meses. Que se yo. Capaz me vuelve el hábito, capaz no y vuelvo a escribir cuando entre en 5to. Who knows. Me voy a terminar mi té, a mirar The mentalist y a cocinar berenjenas rellenas antes de irme a jazz. Y posta que cuando lo leo mi vida suena divina.
Lo es.
Feliz martes nuvioso y lloblado.

2 comentarios:

Eli dijo...

Te leo con otra voz, con voz de grande. Qué loco y qué lindo todo Gabi :)

Ivianella dijo...

Que lindo leeerte, siempre me gusto. Le das un toque bien tuyo a cada entrada sin ser muy rebuscada y volves renovada, al igual que el blog. Un abrazo grande (: