5.8.15

Estaba y no está más. Hasta hace una hora y media estaba. Sabía su nombre, sabía cuántos años tenía, le dolía la cabeza, las enfermeras hablaban del color de su tintura de pelo. El enfermero le ponía las vías para el suero, para el sedante, para la solución dextrosada. Estaba ahí, Fisher II, III, IV.
Estaba y le dolía la cabeza, le dolía cuando le pinchaban la mano un poco arrugada, le dolía la nuca, le dolía cuando le pinchaban el brazo.
No se dio cuenta cuando le cortaron la remera, no supo que la estaban intubando, no supo que no encontraban su yugular para pasarle la vía central, no le dolía más. Alguien apretaba el ambú 14 veces por minuto mientras ella ya no sabía más nada y no iba a saber.
¿Ves? Eso es diabetes insípida, es uno de los signos de muerte encefálica.
Puta madre.
Pupilas enclavadas. Sin reflejo tusígeno. No le duele nada.
Estaba hace una hora y media y ahora, de pronto, ya no está más.
Piden la TAC, piden un doppler, la dejan con el respirador, para mantener los órganos.
La chica rubia de afuera alterna pitadas a ese Jockey con espasmos de llanto, y entre el humo y la desesperación, le enrojecen los ojos. Alguien hace un chiste sobre fumar en el hospital.

La piba del ambo azul se pide un taxi, lo espera en el estacionamiento con la campera y la mochila, todavía tiene talco en las manos por los guantes de látex. Piensa un poco en ir a cursar al día siguiente, piensa un poco en dormir, piensa un poco en que hasta hace una hora y media...