17.9.15

Te diste cuenta de que algo había cambiado cuando quisiste ir a la guardia igual. Cuando te equivocaste y en vez de pedirte un taxi y encerrarte en el baño a llorar, afilaste las preguntas. Cuando en vez de sentarte a comer, te fijaste qué boxes quedaban libres y seguiste llamando gente. Cuando te pareció que era mejor cambiar el plan de fin de semana de ir a comprar ropa por ir a comprar un kit nuevo. Cuando quisiste que dejaran de decirte lo tierno y extraño que era que coleccionaras tazas para decirte lo genial que era y "a mí me gustan más que nada las de frases copadas, no sé si me entendés". Cuando quisiste que no te eligieran a medias ni mientras tanto, sino del todo. Cuando te creiste que pesar 48 kilos estaba bien y que comer un helado no iba a cambiar eso. Cuando te dejaste llevar y estuvo buenísimo. Cuando tomaste el control y de repente dibujabas, escribías, llorabas, bailabas, dormías la siesta, leías papers, estudiabas, corrías, te reías, te animabas, te arriesgabas.
Escribirlo como si por eso no se fuera a terminar, como si el miedo a que esta sensación desaparezca quedara anulado por el hecho de escribir (en parte, sí). Pero no, porque nada extraordinario está pasando. Es la vida, literalmente, y está buenísima.