23.11.15

Hablemos de la situación donde yo volví de correr, me bañé y, disfrutando de mi pelo limpio y empapado, puse varios temas de Regina al hilo, prendí la luz tenue, encendí un sahumerio de canela y vainilla y te pedí, emoticón perverso de por medio, que mañana me hagas masajes como los de hoy, que estaba dispuesta a pagar el precio que pusieras. Hablemos de que me dijiste que no hacía falta precio porque mi piel, porque mi espalda, porque sí, porque no hace falta. Hablemos del nudo de calor y chispas que eso generó de mi ombligo para abajo y el estallido de sonrisa que eso generó como por 15 segundos. Hablemos de esos detalles que me dejan fluir, de esos detalles sin pose, donde me escucho diciendo cosas que son tan así que asustan, donde te escucho diciéndome cosas que en otro momento me harían flashear amor del bueno, pero que ahora me hacen entender que no hay nada más que eso (helados, plazas al sol, encuentros explosivos, películas de trasnoche, consultas médicas, descubrir mi cuerpo mientras lo descubre otro que disfruta descubriéndome). ESO. Quiero eso, nada más que eso. Atarte a la cocina, a la cama, al balcón, sentir siempre que no siento nada más que lo que estoy sintiendo en ese momento.
Mejor no hablemos. Mejor toquemos, apretemos en el pasto, en la parada del bondi, sonriamos en el medio del beso y programemos dos horas de puro disfrute.