14.11.15

Volcar todo, aunque sea un ratito, aunque sea en forma de lista, porque, incluso las listas, están hechas de palabras, palabras que son lágrimas o carcajadas, que son conglomerados de letras que parecen lentejuelas y adornan el vestido blanco de año nuevo. Una palabra saca un gramo de peso, un gramo de angustia, deja un espacio vacío para una sonrisita fugitiva, para un suspiro, una inspiración profunda que inunde de aire los alvéolos, que ahogue con oxígeno un llanto irrefrenable, que con la hiperventilación se vasodilaten las arterias cerebrales porque disminuye el dióxido de carbono y entonces todo pasa, todo se lava, se espera lo próximo, lo que ya viene, una cena con una amiga de la infancia, un encuentro casualmente planeado para liberar un montón de tensiones hermosas, tensiones que hay que mantener a raya pero que tienen que estar, que hay que disfrutar. Tensión por ser médica. Médica. Médica. Tensión por ser bailarina. Ina, ina. Por escribir, escribir para siempre para vomitar tensión por los dedos, gritar en cada golpecito de los dedos sobre el teclado, torturar a la barra espaciadora con oraciones unimembres llenas de puntos seguidos. Punto seguido. Seguido, seguido, sigue y va a seguir siguiendo, porque no para, no paro, no quiero parar, voy corriendo alrededor de la plaza mientras escucho Safe and sound, porque estoy safe and sound, y sigo de largo, y voy a dejar las chinitas al zapatero para que me arregle la hebillita y voy a buscar los apuntes de acv isquémico y sigo, y sigo siguiendo, porque de eso se trata. Respiro hondo. No se trata de ir descontracturada, sin ojeras y sin trastornos alimentarios, no señor, se trata de esto, de las ojeras que vienen conmigo, del llanto que brota porque sí, porque le pintó, pero que no me enchastra más los apuntes, porque lo ahogo en café, lo ahogo en planes, planes que siguen.
Seguir, siempre seguir.