1.12.16

La inminencia de la no compañía. Lo inevitable del mundo para vos o de vos -sola- para el mundo.
¿Y si no quiero? No importa. Porque vas a vivir sola. Vas a laburar sola -tu número de matrícula es sólo tuyo-. Vas a cocinar sola y a dormir sola. Los problemas van a ser sólo tuyos. Sola. Viajar sola -que está bien, pero no solamente-. El eventual departamento muy luminoso en alguna zona muy cómoda, cerca de librerías y locales de ropa que te gusten, cerca de locales de zapatos y de negocios de comida vegetariana por peso, cerca de algún parque para ir a correr o a estudiar tomando sol. Todo eso, pero sola. El departamento muy blanco, lleno de eco y de nada, de cosas sólo tuyas. Sola con el perrito que adoptes. Sola con la comida riquísima que te prepares para mimarte un viernes a la noche para cerrar una semana difícil. Sola con tu botella de vino blanco, con tu película que morías por ver y dejaste para ese momento. Sola cuando te asciendan, cuando descubras algo espectacular. Sola. Abrir la puerta y que el perrito venga a saludarte y después se vaya a enroscar en su almohadón de lunares. Sola. Crisis vitales sin un abrazo redondo con olor a domingo a la mañana. Despertares después de casamientos de amigos que no están solos. Vos no te vas a casar. No vas a tener tu vestidito simple para casarte por civil, ni la reunión en tu casa, ni el viaje por los países nórdicos. El perrito, el eco, los ambos de colores, la ropa de vestir para abajo del guardapolvo. Un montón de recuerdos, una caja llena de "y si...".
Sola.