29.8.17

Quedan metáforas, sí, claro que quedan. Quedan porque si no sería todo en extremo aburrido. Quedan, pero de pronto son menos necesarias. De pronto hacen menos falta porque lo que hace falta está ahí, acá, concreto, parado con ambo y campera enorme en la puerta del laburo, esperándome para ir a merendar. Lo cierto, lo tangible, sentir el camino libre, los latidos acelerados pero con ritmo sinusal, me tomás los vitales y te das cuenta de que estoy taquicárdica, y entonces la taquicardia está ahí y no necesito escribirla porque la estás tocando, las yemas de tu índice, mayor y anular buscando mi carótida en mi cuello sorprendido, expectante. Mi frecuencia aumentada te hace sonreír, te hace inventar algún chiste de dulce de leche, me río yo también, me das un beso y no necesito metáforas. Me dejás escribirte de a poco, busco entre tus recovecos y te doy piel de gallina, siento tu choque de punta entre tus intercostales. Tus dedos largos se enriedan en mi pelo desordenado yexplorás todo, ávido por abarcarme, con la delicadeza de una nube recorrés columna abajo, columna al centro del esternón, cintura con espasmos en la piel. Me desdibujo y me redibujo garabateada entre sonrisas, entre susurros, entre cosas que decís y se infiltran por los poros y los ojos y la boca y me tocan el ombligo desde adentro. No hacen falta metáforas porque me siento en la butaca al lado tuyo y la película me aburre, es más interesante mirar tu mano, mirar la mía, ver cuánto tardás en encontrar la excusa para tocar mi meñique con el tuyo y formar una maraña de dedos. Quedan metáforas canela y nuez, de guirnaldas de luces de colores cuando me envolvés y te envolvés conmigo entre mil acolchados de domingo y me decís que estoy flaca, me das un beso en la cabeza y le das play a la peli.