23.8.17

De a poquito, como quien no quiere la cosa, con trazo delgado y suave, sin apretar demasiado, se va dibujando un nuevo horizonte. Horizonte de ojos de cielo y voz de mar en calma. Horizonte sin laberintos ni adivinanzas, orilla de arena blanda y tibia, arena para sentarse a mirar un atardecer y volver adentro a bañarse, a cocinar para la noche.
Ojos de cielo, voz de mar en calma. Calma de que las paredes no tiemblan, las calles no terminan en una pared de ladrillos y los puentes no se cortan por la mitad. Cielo turquesa, cielo intenso de caricias de domingo abajo de una frazada de película repetida. Ojos de cielo, pupilas a carcajadas, voz de mar en calma, de espaldas que sostienen otras espaldas, de penumbras suspiradas y siestas enredadas.
Ojos de cielo, voz de mar en calma. Calma de no dudar, cielo de posibilidades sin nubes, calma de pisar firme, cielo de imaginar ambientes luminosos.
Ojos de cielo, voz de mar en calma.