16.6.10

a ver, querida

- Vamos a poner las cosas claritas, basta de lloriqueo barato.
- No, me da miedo.
- Pff, qué raro... no me importa. Serás una idiota, una boba, una descocada, un bicho raro, un sapo en otro pozo, whatever, pero no podés negarlo: no sos ese tipo de piba, no te bancás una chongorelación. Estás chapada a la antigua, sos como tu vieja, y no es tan terrible.
- Massssssomeeeenos.
- NO, NO es terrible ni mucho menos. Tu mente da vueltas, como siempre, lo que vos creés que es tu corazón, también (pero no lo es), estás obnuvilada (sí, todavía, muy a tu pesar). Pero está todo bien. El cuerpo te brilla, ¿me vas a decir que no necesitabas eso?
- Y pero... pero... pero... soy una insegura de mierda, ¿no es como... desesperación?
- No. No agarraste al primero que se te cruzó y revoleaste la bombacha... sólo reincidiste, pero lo copado es que ahora no tenés lugar a dudas, ese "no se..." y la frase (conchuda frase) que vino después borraron cualquier tipo de incertidumbre.
- Igual tal vez después de esa miniconversación no quiere verme más.
- No creeeeeo...
- Pero estaba como re frío después de que le pregunté.
- Sí, ya sé, yo estaba ahí, genia, yo hice que se lo preguntaras, y sería un poco... ¿histérico? de su parte esfumarse ahora de nuevo.
- Esos ojos... y esa boca...
- Y esas manos... esos comentarios colgados y esos gestos que rebalsan ternura...
- ¿Será igual con lasdemás?
- Probablemente... pero no podés cambiar nada. Mejor dicho, como diría Mejor Amiga, tenés dos opciones, y la que implica un cambio quedó descartada desde el primer momento en que aceptaste volver a jugar.

1 comentario:

Eli dijo...

Jo.
Reincidir o no: he ahí el dilema...
Estoy en la misma dicotomía y es un garrón tener que decidir entre lógica o impulso.

Besos Gabi :)