26.7.16

del otro lado

Voy a volar, a gritar, a saltar, a cantar por la calle en otro acento, a hacer girar el vestido de colores, a llenarme los pies de arena blanca y aguas con olor a lejos. Y todo eso desde el otro lado, porque ahora estoy acá, gritando, cantando y pintando de carcajadas y llanto de alegría que ya está, ya pasó, se terminó, ahora sí, ahora estamos y ahora nadie me para. No sólo me recibí, sino que aprendí maravillas humanas en 48 horas. Que cuando no todo es como una espera, es porque puede ser mejor, alucinantemente mejor: sí, que a una la lleven a caballito desde el bar del Htal de Clínicas hasta la plaza para ser hueveada, bajo la mirada de todos los que pasan y no entienden, es monumentalmente mejor a ir caminando como princecita vestida de flores y brillitos prolijos; sí, que los huevos y la harina y los comestibles vencidos caigan de a etapas con gente de sorpresa es una eternidad de veces mejor que sincronización y acrílico violeta. El amor en forma de papel picado y cartelitos originales, el amor en forma de que están como siempre los de siempre, el amor en forma de que transformen un espacio entre ambulancias en un estacionamiento en un cómodo probador y cambiador, el amor en forma de desayunar con medialunas de las más deliciosas con un turbante en la cabeza y restos de lentejas y engrudo en el pelo. Amor en forma de estar, de querer estar, de que no importa nada más que estar y compartir. Y bailar y reirse y cantar canciones de los '90 con vestido de lentejuelas y las suficientes cervezas encima como para bailar más y reírme más y que todo el resto esté bien. Porque está todo bien. Porque llegué, LLEGUÉ. Llegué conmigo, con mi mejor version que se viene reseteando hace un par de añitos, con esta versión que ahora es la mejor, pero que, cuando vuelva con bronceado europeo, Littman nuevo, millares de fotos y regalos para repartir, va a ser mejor todavía.