18.7.16

Sin saberlo (sin quererlo, me atrevo a decir) abrís esa puerta: una mirada, un gesto, una sonrisa, la entonación casual de una oración, una propuesta inocente que deja entrever por las rendijas de las palabras que te salen porque sí un universo lleno de todas esas cosas que no sabés cómo dibujarme. Y, sin embargo, te las ingeniás para que entienda todas y cada una de tus intenciones. Cruzar esa puerta en el momento en el que considero que quizás debería cambiar de caminito. Cruzar esa puerta porque, inevitablemente, tus intentos funcionan. La frustración se diluye en un latte bien temprano, en 6 pisos de escalera agonizantes, en tu voz de trueno recién levantado. La frustración se diluye entre tus pestañas que no pestañean, entre oraciones de júbilo porque tenés un regalito lleno de tiempo para mí. La frustración se va cuando, de pronto, hacés que me vea como me ves, porque desde tus pupilas sí soy flaca, sí soy sensual, sí soy china, sí soy un poco etérea entre tus manos de asbesto. Me voy a envolver entre tus dedos, vas a pintarme con tu respiración entre lentejuelas y zapatos de fiesta, voy a morder tu aire y ahogar tus silencios en mi perfume de cereza, voy a redefinir tus límites, vas a retorcer mis certezas.
Garabatos de tormenta de vapor de delirios. Mamarrachos de suspiros de encaje y seda.