27.5.17

No es la compañía, no es el otro (nunca depende del otro). Fue de mí para mí, con el plus de disfrutar de la presencia de alguien más. Fue el helado, volver a sentirme diosa entre oscuridad y respiraciones agitadas, fue el vino, fue no pensar, acordarme de que no estaba pensando y seguir sin pensar. Fue poder irme porque sí, porque hasta ahí necesitaba y después sólo me hacía falta mi cama con sábanas limpias, mi piyama de Garfield, mi jugo de manzana. Fue poder reírme a pesar de la tristeza, entre la tristeza, sobre la tristeza: fue poder ser más importante que la tristeza por unas horas. Fue olvidarme de todo lo que hice mal, de todo lo que no importa, de todos los intentos fallidos y de los futuros inciertos: fue ser y gritar con el cuerpo y los ojos y la piel mordida por otra respiración, otras manos, otras historias.
Nuevas historias.